lunes, 13 de agosto de 2007

Breve crónica de un viaje a Minas

El viernes me fui a Minas; más exactamente al Parque de Vacaciones de UTE - ANTEL, uno de los mejores lugares que hay en este país y al que voy cada tanto desde que tengo memoria.

Llegué a Tres Cruces a las 10:00, para embarcarme media hora después. Estaba resfriado y no había durmido muy bien, pero después de todo había quedado atrás el maratón de parciales y exámenes comenzado mes y medio antes, por lo cual mi espíritu estaba predispuesto para el relax.
Mientras esperaba sentado en la terminal, me puse a mirar sin ver uno de esos televisores ubicados en las columnas al lado de los asientos, esos que tienen el volumen al mínimo indispensable como para hacerte dudar si realmente estás escuchando lo que sale del aparato o si estás apelando a tu memoria auditiva y reconstruís los sonidos mentalmente.
En esas me encontraba cuando caigo en la cuenta que estaban pasando, para mi ¡oh! estupefacción, el video de Keine Lust. Qué cosa más rara (y después de todo, gratificante, aunque no se escuchara) ver algo así en pantallas que usualmente son torturadas con repeticiones de programas prehistóricos de Al Aire Libre.

Finalizado el susodicho video, me fui para el ómnibus. Me acomodé en mi asiento (ventanilla), desenvainé el discman y me enchufé los auriculares. Me había quedado con ganas de más, así que le di play al CD de Rammstein.

No fue hasta quince - veinte minutos después de haber zarpado que me fijé bien en el afiche pegado al vidrio atrás del conductor. Anunciaba, eso estaba claro, un "Festival Benéfico", el domingo 12, en la Escuela Nº 79 de... no, no podía ser. Pensé que mis ojos estaban sufriendo las consecuencias de su obstinado rechazo a usar lentes. Miré de vuelta, bien, concentrándome. Sí, decía eso. Decía eso, nomás.

El ómnibus en el que viajaba, de la empresa CROMIN, tiene la ventaja de ir desde Tres Cruces hasta el Parque, sin necesidad de bajarse uno en Minas y tomarse alguna otra cosa para llegar al destino deseado. La desventaja, es que entra y para en cada condenado pueblo que se encuentra sobre ese segmento de recta cuyos extremos son Tres Cruces y el Parque.
Decir que entra y para en cada condenado pueblo (y en cada lugar de la ruta donde un pasajero desee subir o bajar) significa que es un ómnibus utilizado cotidianamente por gente que se desplaza a menudo lejos de los extremos mencionados, o más cerca de Minas que de Montevideo, escolares, liceales, trabajadores, todas personas que más o menos se conocen entre sí y obviamente se saludan con uruguaya ritualidad. Inmerso en ese mundo, no pude menos que sentirme extranjero.

Miré el afiche de nuevo. No, tampoco lo había soñado. La Escuela Nº 79 definitivamente quedaba en esa localidad.

Como a la mitad del camino se desató el infierno. En el asiento de adelante, un burí, como de unos dos años, empezó a sollozar, y a llorar, y a gritar, y a llorar más fuerte, y más fuerte, hasta explotar en una furia de lágrimas y mocos y alaridos insoportables. Al principio pensé que se le pasaría, o que la madre que lo llevaba en la falda lo calmaría. Pero el súcubo parecía tener cuerda para rato, y la pelotuda de la madre no hacía más que sonreír, como pensando "y bueno, a veces se pone un poco molesto".
Le subí el volumen al discman más allá de toda sensatez, arriesgando mis oídos a que colapsaran al compás de Sonne, pero fue inútil. Háganse una idea de aquello. Que el chiquilín pudiera con sus gritos superar en intensidad la germánica voz de Lindemann y la pesada música de sus camaradas sonando al mango a milímetros de mis tímpanos, debe darles una pauta de la situación de mierda que estaba soportando.
Para colmo, una vieja que iba parada al lado del purrete, lo mira y sonriendo dice algo tierno que no recuerdo que fue. Genial. Un par de jóvenes pulmones escupiendo su furia sin Superyó, flanqueado por dos pelotudas que parecían no notar nada extraordinariamente molesto en el ambiente.

En un presente paralelo, me levanté de súbito de mi asiento, tomé al demonio humanoide con un brazo mientras con el otro abría mi ventanilla y lo arrojaba por la misma justo a tiempo para que un Scania lo hiciera puré rojo sobre el asfalto de la ruta.
En el presente en el que vive quien está escribiendo esto, seguí soportando aquella tortura como todos los demás (excepto la vieja y la madre, obvio).

Eventualmente, el angelito se durmió. Y volvió a reinar la paz en el ómnibus. Cambié de disco y, a un volumen aceptable, me dispuse a disfrutar del Unplugged de Alice in Chains. El transporte colectivo se detuvo, en el medio del campo, para que uno de sus pasajeros levantara de un portón de una casa, al borde de la banquina de enfrente, unas bolsas con unas botellas de leche seguramente ordeñadas esa madrugada. El pasajero regresó y reanudamos la marcha.

Miré el afiche. Pensé en dibujarlo, no sé por qué ni para qué, tan increíble era eso. Festival benéfico, el domingo 12, a partir de las 9:30, Domas, Raíd, Remate y Danza Folklórica. Al mediodía, asado con cuero y chorizos caseros. Servicio de Cantina todo el día. Ruta 108, Km. 23, Escuela Nº 79 de "P. de Vejigas". Sí, señora, leyó bien. "P. de Vejigas".
¿"Puntas" de Vejigas? ¿"Pueblo" de Vejigas? ¿"Potpourrí" de Vegijas? Vaya uno a saber. Lo cierto es que sobre nuestro querido suelo oriental tenemos una localidad llamada así. ¿Cómo será ell gentilicio del lugar? ¿Vejiguenses? ¿Vejigueños? ¿Vejigas a secas?


Lo que sí puedo asegurar es que en un lugar con semejante nombre, se deben hacer los mejores asados con cuero de toda la comarca.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

que intolerante que sos. tanto escándalo por un bebé? que pretendías que hiciera la madre? que le pegara?

en teoría podes decir Vejiguenses o Vejigueños. Supongo que sabés que la vejiga es un órgano de los mamiferos. Incluso vos deberías tener una, eso en caso de que seas mamífero, de lo contrario no podrías vivir.

andres(con minusculas) dijo...

cuidado con la mafia vejiguense...

Diego Estin Geymonat dijo...

Marujita, estás meando afuera del tarro. No tiene nada que ver con la tolerancia, a menos que te refieras a tolerar semejante tortura auditiva (cosa que no me quedó más remedio que realizar, pues soy un ser civilizado y la opción del Scania me hubiera traído demasiados ulteriores problemas).
No controlo lo que siento. A duras penas controlo lo que pienso. Y aparte me estoy quejando y nada más.

No sé qué pretendía que hiciera la madre, pero algo podría haber intentado. Se supone que las madres saben interpretar a sus hijos, más cuando son pequeños. Si no es así, me han estado mintiendo en la cara en la facultad.

Supongo que sabés que facultad es la capacidad de realizar algo; incluso vos deberías tener alguna, de lo contrario no podrías hacer globitos con el chicle.

Anónimo dijo...

Y no se te ocurrió nunca cuestionar lo que te dicen en la facultad?

Tal vez la madre sí supo interpretar lo que quería el hijo. Tal vez quería llorar porque tenía ganas de dormir y no podía. Tal vez se trata de una mamá que optó por no reprimir a su hijo en vez de cuidar la paz y tranquilidad de gente insensible e indiferente que sólo se preocupa por tener un viaje cómodo y placentero, mientras le da lo mismo que el resto del mundo reviente.

Diego Estin Geymonat dijo...

Marujita, seguís meando afuera del tarro. O capaz que sos sorda. Yo simplemente me quejaba. O sea, decía lo que sentí. Eso en todo caso es políticamente incorrecto, pero no intolerante, porque mis reacciones fisiológicas no pasan por mi raciocinio.

Ojalá el gurí hubiera efectivamente reventado; al menos hubiera sido divertido (sí, me encantó 300). Por eso cuando viajo, trato de pasarla lo más para el culo posible. No sé qué me pasó esta vez.