El tipo estaba en una reunión o algo así en una casa, acá en Uruguay, y se puso a hablar con un arquitecto, al cual, y para hacerla corta, le llamó la atención, por desconocida, una rara estructura en el fondo de la casa: el parrillero. En opinión del arquitecto, que supongo sería extranjero, era una "estructura formidable", que no tenía "simetría alguna", y no me acuerdo qué otras observaciones de asombro técnico hizo el profesional en cuestión.
Después de la anécdota, por supuesto, vino la infaltable reflexión de Maeso. ¿Qué pudo haber dicho este tipo que tiene toda la pinta de ser re buena gente? Que uno sólo ve las cosas que quiere ver, que tenemos algo así como "trabas mentales" (estoy citando de memoria, Tucídides te quiero) de las que tenemos que liberarnos para poder apreciar la riqueza de la realidad, etc.
Ay, ay, ay. No, hermano, measte afuera del tarro. Si bien en cierto sentido se puede afirmar que vemos sólo lo que queremos ver, y que existen impedimentos psicosociales que a veces se erigen como obstáculos para aprehender ciertas realidades, esta anécdota no es el caso.
El arquitecto vio lo que podía ver, lo que su bagaje cultural le permitía, es decir, no vio el parrillero en tanto que parrillero, porque era algo desconocido para él, porque con dicho bagaje no podía dar cuenta de ese nuevo elemento que estaba percibiendo.
Larga vida al idealismo.
4 comentarios:
¿Cómo te fue en el sicoanalista?
Ahí.
¿Práctica de qué asignatura?..
Yo de chusma
Saludos
Ana
Didáctica 1, 2º año de profesorado de Historia.
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