sábado, 2 de junio de 2007

De los diversos usos que un mono puede darle a un revólver

De esta manera, llegamos a la inevitable conclusión de que los castores nunca podrían derrotar a los robots que andan en patineta. No sé si tal descabellada situación será evidente para todos y cada uno de los siempre alborotados y prestos-para-alzarse-en-armas habitantes de la Base Artigas, pero en lo que a nosotros respecta, desde que se inició, hace ya dos largos años, la huelga de fabricantes de pasta frola, creemos un deber ineludible de todas las hermandades de monjes paracidistas, el protestar hasta quedarnos bizcos por lo que a todas luces es un atropello a nuestra libertad de comprar bondiola en el almacén de Mario. Claro, van a decir los inadaptados de siempre con sus voces desgastadas de tanto darle al gin tonic y al clericó con cola y de darse vuelta inalando jugo Tang con Tico-Tico molido, por qué se piensan que tuvo que cerrar Pernigotti, eh? Porque esos caballeros medievales que al final eran Jean Reno y Pepe Soriano que viajaban al siglo XX para recuperar el peluquín de Omar Gutiérrez, coparon una farmacia y se robaron todas las aspirinas, y no quedó más remedio que echar mano a un sustituto, y quién pagó el pato? Como siempre, la industria nacional. Por eso es que hoy nos unimos en unánime manifestación virtual, potencial y cinética para decir que no permitiremos que pasen esos fanáticos de la salsa metálica, engendro musico-gastronómico acuñado por los refugiados de Novgorod en las cálidas playas de Cochabamba, a provocarnos más trastornos emocio-económicos de los ya causados por los lagartos equilibristas que divierten a los transeúntes en las tardes de verano, especialmente a los ancianos que se han hecho la rabona para disfrutar de las enseñanzas de Harrison Ford.

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