(Palpitando la inminente aparición del segundo número de
Revista DoDo)
1
Cuando uno va a tratar un determinado tema, siempre es aconsejable (al menos mi experiencia como lector y pretendido ensayista me lo sugiere) comenzar por los principios filosóficos y metodológicos en los cuales se fundamentan, se basan, se cimientan, las ideas que se desarrollarán posteriormente. Por tal motivo, y porque es un trámite que no pretendo repetir todas las veces que me dedique a tratar estos asuntos, lo dejaré lo más claro posible.
2
La vieja disputa entre el materialismo y el idealismo, entendidos en sus acepciones filosóficas, y no en las vulgares, parece modelar nuestro pensamiento a modo de extremos de un péndulo histórico. Vale decir, los humanos nos movemos entre esos extremos, y tal pareciera ser que a la hora de plantear argumentos nos terminamos remitiendo a alguna de las concepciones de la realidad que se ubican en ese segmento de recta. Sin embargo, yo preferiría hacer a un lado a nuestros amigotes Heráclito y Parménides, y aunque confieso que tuve amoríos intelectuales con ambos (pero eso es harina de otro costal), tratar de pensar trascendiendo los límites de una lucha que hoy en día, en virtud de las náuseas posmodernas, se nos aparecen como restrictivos. Por eso es que propongo conceptualizar la realidad como un gigantesco carrito con rulemanes, o en su defecto un bugui, metáforas que sólo pretenden enunciar un punto de sin-sentido desde el cual construir reflexiones útiles para nuestra vida cotidiana.
3
Porque después de todo, Alf, ¿era un títere o un enano metido adentro de un traje? Es una cuestión que he debatido por largas horas con muchas personas a quienes estimo por su coraje intelectual, y con otras personas que prestaron oídos a un dilema que, me confesaron, en su tiempo les había quitado el sueño. En virtud de estas discusiones, apasionadas de a rato, y sazonadas con más de una taza de café bien negro, llegué a la conclusión, no por salomónica menos plausible, de que Alf era a veces un títere y a veces un enano (o un niño, no importa aquí). Es indudable que en la presentación del programa hay una persona adentro de un traje, porque se ve claramente al adorable extraterrestre que supo deleitarnos con sus ocurrencias, corriendo por la casa de Güili. Por otro lado, en las escenas donde no se ven sus piernas, es muy probable que fuera un títere, accionado desde abajo. Como prueba a favor de esta posición, cabe observar su movimiento ascendente-descendente cuando se desplaza sin que se vean sus piernas. Queda planteado, sin embargo, el problema de cómo movía sus ojos.
4
“Es consecuencia de la conquista ibérica” me dirán, y estaré de acuerdo. ¿Pero realmente vale como explicación? A mí no me alcanza. Y la verdad que ya me está hartando esa costumbre que uno puede observar sobre todo en los segmentos deportivos de los noticiosos. Señores, nos guste o no, hablamos español, o sea, una lengua diferente al portugués. Y permítanme tomarme una breve licencia de la clásica jerga académica, para decirlo con claridad: señores deportistas brasileños, no les entendemos. Así que si quieren que sepamos de qué están hablando cuando los entrevistan, procúrense un traductor. Es cierto que los periodistas tienen parte de la culpa, pero yo con esa gente no me meto.
5
Fui a cortarme el pelo. Como en varios otros lugares, como por ejemplo, consultorios odontológicos, me encontré con revisteros repletos de revistas de chimentos. Me pregunté por qué los peluqueros, los odontólogos y otros profesionales gastan tanta plata en procurarse semejantes basuras con forma a de papel, así como por qué presuponen que su clientela es adepta a esa clase de productos, y sólo a esa. Se me podrá objetar que es muy fácil robarse esas revistas, y por ende que los susodichos profesionales se aseguran que el nivel de micro-delincuencia en sus negocios se mantenga en niveles ínfimos, al poner a disposición de los potenciales cacos porquerías que nadie mentalmente equilibrado ubicaría en la columna de “cosas que contribuyen a la evolución de la humanidad”. Pero si ese es el punto, ¿para qué se gastan en comprarlas en primer lugar?
Sin embargo, tal vez sea mejor así. Porque el día que entre a la sala de espera de mi peluquero y vea que desde el revistero me coquetea un ejemplar de “La tierra yerma”, no me va a quedar más remedio que dejar de fingir esta careta de cordura.
6
Eliot es un poeta fascinante. En particular, siempre me pudo esa habilidad magistral para enlazar, de la manera más natural, una sorprendente erudición literaria con escenas de la vida cotidiana. Conocer la obra de Eliot fue lo único rescatable de Literatura del liceo. Se me dirá que al lado de los “20 poemas de amor y una canción desesperada”, el que más y el que menos puede llegar a ser el Guille Shakespeare, pero eso no le quita nada a la calidad del amigo T.S.
7
Es significativo cómo parece que ya nadie lee poesía. Si uno se fija, las listas de best-sellers han sido conquistadas por la narrativa. No es que esos ránkings sean la cosa más objetiva del mundo (tanto en términos sociológicos como artísticos), pero si uno para a una persona en la calle y le pregunta cuál fue el último libro que leyó, es más probable que le conteste “El Zahir” (el pobre Borges se debe estar revolcando en su helvético sepulcro) que “Los heraldos negros”. Sin embargo, quizás no sea del todo cierto que la gente ya no consume (en el mejor sentido de esta defenestrada palabra) poesía. Creo que el lugar de la poesía está ocupado hoy en día, en gran parte, por la música. El contacto que la gran mayoría de las personas tiene con las construcciones líricas es en forma de canciones. Lo cual tampoco segura nada, vistos los gustos promedios que son inculcados socio-políticamente (¿o acaso me van a decir que no es un acto político decidir cuál música se difunde masivamente y cuál no?). Quiero decir, y sólo por poner un par de ejemplos, Thom Yorke o Pedro Dalton no son artistas cuyas creaciones tengan difusión masiva, en sus escalas respectivas.
8
Y de alguna forma, volvemos a donde comenzamos. Como signo de los tiempos que corren, ya casi no encontramos literatos mundanos que se preocupen por la constitución de ALF, o si me apuran, por la de Elmo. No voy a rebajarme a discutir un asunto de ribetes similares en relación a los Teletubbies, porque cosas así son granitos de arena en la playa de la decadencia. Que es de lo que se trata todo esto; a qué otra cosa podría aspirar una confusa metáfora sobre la diversidad lingüística de nuestra América del sur. Nos miramos las manos, pero no encontramos respuestas en los surcos de los Hovercrafts.
9
En este caso, y para redondear, se me plantea el dilema de si es posible hablar de actos fallidos cuando se trata del teclado de la computadora. ¿Se debe a una zancadilla de nuestros inconcientes? ¿O a la arbitrariedad del QWERTY? Por algo el muchacho Dvorak se hartó de querer hacer algo útil por la humanidad. Ingratitud. Sólo ingratitud.