El otro día vi esta película. El asunto es así: un médico escocés, Jamie Dodd, se manda, en 1870, en plena selva centroafricana, a la busca de un par de pigmeos, "especímenes" (ese es uno de los tópicos que se abordan en la película) que él cree que son el eslabón perdido en la evolución humana.
En Escocia aguardan sus dos colegas. Dodd llega con los pigmeos, quienes han sido taxonomizados previsoramente como simios antropoides para evitar cualquier acusación de esclavitud, y comienzan las investigaciones.
A medida que éstas se desarrollan, Dodd va cambiando su postura respecto a la hipótesis inicial, la del eslabón perdido, para ir convenciéndose de que los pigmeos son en realidad tan humanos como los blancos que los tienen de cobayos.
En ese punto estallan las diferencias entre Dodd y sus colegas, puesto que éstos no quieren o no pueden ver las cada vez más inequívocas señales que muestra la pareja de pigmeos respecto a su humanidad: inteligencia, emociones, comunicatividad, etc. Dodd quiere continuar por más tiempo las investigaciones y observaciones para poder comprobar (o no) su hipótesis, pero los otros dos sólo quieren presentar ya, sin más discusiones, los resultados obtenidos hasta el momento, los cuales avalarían la idea del eslabón perdido.
La película sigue, quizás más melodramática y no sin cierta dosis de clichés, pero no es tanto eso lo que me interesa destacar, sino lo adecuado y didáctico de la forma en que se plantean y expresan toda una serie de problemas epsitemológicos, o de algo que podríamos llamar "política científica".
Tengamos en cuenta que nos ubicamos en el último tercio del siglo XIX, época de pensamiento occidental dominado por la filosofía positivista, o traduciendo, momento en que la ciencia termina de sacralizarse en un discurso que aún hoy, con serios cuestionamientos y haciendo aguas por todas partes, sigue siendo dominante.
¿Qué sucede, entonces? Tenemos a un par de científicos que parten de una hipótesis. Tenemos un marco teórico de referencia que respalda dicha hipótesis: la teoría evolucionista de las razas humanas, admirablemente puesta en escena en la película, sosteniendo la gradación ascendente de las razas desde la negra (la inferior, justo por encima del "eslabón perdido", que a su vez sucedería a los simios antropoides) hasta la superioridad evolucionada de la raza blanca, pasando por la raza amarilla y toda una serie de "subrazas" que se ubicarían entre medio. Y tenemos todo un gran conjunto de datos empíricos que también avalan la hipótesis inicial, interpretados estos datos desde el marco teórico mencionado.
¿Cómo funciona este engranaje?
Veamos: según el marco teórico, es decir, lo que
ya estaba aceptado como verdadero, la inteligencia, y por ende, la mayor o menor humanidad de la raza en cuestión, estaba íntimamente relacionada, por ejemplo, con el
ángulo facial. Cuanto más se acercara este ángulo a los 90º, más inteligente y humano sería el especímen en cuestión (casualmente, los individuos más cercanos a dicha medida eran los blancos).
El dato que obtienen estos científicos es que el ángulo facial de los pigmeos es sensiblemente mayor al de los simios antropoides, pero inferior al de los negros.
Su a priori, su hipótesis previa: los pigmeos eran el eslabón perdido entre los simios y los humanos.
Conclusión: la hipótesis se verifica.
El razonamiento es totalmente lógico, impecable, no deja lugar a dudas. Pero aún así, Dodd se manda solo contra toda la comunidad científica escocesa, negando la hipótesis de sus colegas.
¿Por qué? Contra toda racionalidad aceptada, contra todos los esquemas, Dodd encuentra anomalías en la hipótesis del eslabón perdido. Observa. Experimenta con los pigmeos (no en un laboratorio, sino con proto-pruebas psicológicas). Hace construir unas chozas similares a las del país de los pigmeos en medio de los bosques de las
highlands, para que (sobre)vivan allí (por momentos parece que morirán de depresión al verse lejos de su hábitat original en unmundo hostil e incomprensible). Se comunica con ellos, establece un intenso
rapport. Y cuanto más investiga, más echa por la borda la hipótesis aquella. Más se reafirma en él la idea de la plena humanidad de esos pigmeos.
Dodd termina siendo el verdadero científico. En lugar de la gloria inmediata y segura que momentáneamente obtienen sus colegas con la teoría de los pigmeos como el eslabón perdido, elige la soledad del que va contra la corriente, porque todo lo que observa le sugiere que esa teoría está equivocada.
Dodd toma el camino del escepticismo y la empiria. Los hechos no encajan en la teoría: al demonio con la teoría. Exactamente el camino inverso que la ciencia sacralizada ha adoptado para erigirse en
la Verdad Incuestionable, prescindiendo de la duda y la incertidumbre, poniendo los esquemas antes que los hechos.
Viendo sólo lo que sus estrechos lentes le harán ver, mucho antes de abrir los ojos. Dodd se ha sacado los lentes.
Una lección de ética científica.