miércoles, 26 de setiembre de 2007

El poeta


Dios creó un mundo perfecto. La medida de esta perfección está dada, por supuesto, por la medida de los propósitos divinos; es decir, el mundo creado por Dios no es perfecto porque sea el mejor de todos los mundos posibles e imposibles, sino porque dicho mundo funciona de la exacta manera que quiso su creador.
¡Ah, no! salta uno de mis demonios. A veces ese mundo se sale de los planes y agarra su propio rumbo, vaya uno a saber por qué motivos azarosos e impredecibles que no vienen al caso.
Correcto. Es cierto; en ocasiones sucede que el mundo planificado por Dios se escapa de sus controles férreos y todopoderosos. Y el mundo, entonces, queda librado a su suerte y pierde el improbable y dudoso sentido que quiso imprimirle su creador.

Dios, además, creó ese mundo hermoso, deslumbrante, misterioso y provocativo. A veces con raptos de inspiración clara, sublime y despejada, a veces con inspiración sombría y somnolienta: así dio origen a toda la gama de bellezas divinas, desde las mujeres hasta los buitres, y desde los buitres hasta las mujeres.

Así, me atrevería a decir que Dios es un creador por definición. Y como todo creador, ama a su obra, y como todo amante, es celoso, y no tolera que nadie toque, transforme o arruine su obra. Pero además, Dios es Dios, por algo es quien es y por ende no es un creador cualquiera. Y como tiene el poder para hacer lo que se le cante, es el amo del universo (mitad porque es omnipotente y mitad porque él lo creó). Y como tal, sus deseos y caprichos son órdenes para todas sus creaciones.
Y ahí están las reglas, llamadas mandamientos, y las infracciones, llamadas pecados, y el castigo, llamado infierno. En realidad, a Dios no le importa mucho que un humano mate a otro humano o a cualquier otra bestia (llámese teólogo o cantante de cumbia), ni que entre ellos se roben, o se mientan, o se deseen, o se duerman. Esas nimiedades no merecen mucho más que un tironcito de orejas, un padrenuestro o un ayuno, y ya está, perdonados y a otra cosa.
Por el contrario, hay un pecado que ciertamente Dios no tolera y que merece el castigo divino con todo el peso de la ley celestial, y es porque se trata (a diferencia del resto) de un pecado que va contra Dios y lo toca en su ego. Me refiero, por supuesto, a la blasfemia.

Dios es un buen tipo, es santo, bondadoso, justo y todas esas cualidades que gustan endilgarle los espíritus que hace mucho no calman sus pasiones adecuadamente, pero tiene un límite. Como el creador orgulloso y omnipotente que es, reacciona con furia (quizás escondiendo un oscuro temor) contra quien intenta ponerse en su lugar.
Y de entre todas las criaturas que salieron de sus manos, hay una cuyo propósito en la vida es emular a Dios y hacer lo mismo que él hace: el poeta.
Esta criatura desgraciada crea mundos perfectos y hermosos, de los cuales es amo y señor (y los cuales a veces, y más a menudo de lo que sospechamos, también se le van de las manos); y los crea según su gusto y antojo, porque nadie le pone reglas y porque no tiene más límite que su imaginación y su propia capacidad de crear.
Semejante afrenta al orgullo de Dios, tan terrible blasfemia, no puede quedar impune, y es así que Dios castiga al poeta mandándolo al Infierno, por poeta y por su pecado. El pecado de crear.
No hay salvación para los poetas. Todos se van al Infierno. Y cuanto más hermosa, deslumbrante, excelsa y sublime sea su creación, más intensa será la furia divina, más ardientes serán los fuegos eternos. Ese es el destino y la maldición de todo poeta; porque no hay poeta que no esté maldito.

martes, 25 de setiembre de 2007

miércoles, 19 de setiembre de 2007

No necesitamos tu democracia

Parece que en Octubre saldrá el primer disco solista de Serj Tankian, cantante de System of a Down. El título, Elect the Dead.
El armenio-líbano-estadounidense tiene planeado hacer un video para cada canción del álbum. Hace ya un par de semanas que se lanzaron los primeros cortes con los correspondientes videos: Empty Walls y The Unthinking Majority. He aquí el segundo:



The lyrics:

We don’t need your democracy
Execute them kindly for me
Take them by their filthy nostrils
Put them up in doggy hostels

We don’t need your hypocresy
Execute real democracy
Post-industrial society
The unthinking majority

Anti-depressants
Controlling tools of your system
Making life more tolerable

I believe that you’re wrong
Insinuating that they hold the bomb

Clearing the way for the oil brigade


(Sólo transcribí una vez cada estrofa, pues éstas se repiten varias veces - criticable costumbre que mantiene, al menos en esta canción, respecto a las de SOAD)

Como el propio Tankian lo ha expresado, y como se cae de maduro con esta canción, su obra tiene un claro sentido político. Tal vez peca de demasiada simplicidad lírica (en este caso), aunque tal vez sea la mejor forma de decir lo que quiere decir. Al igual que en Empty Walls, el tópico es la guerra contra el terrorismo y la guerra de Irak, tópicos sobre los cuales Tankian fijó su posición dos días después de los atentados de Nueva York. Escribió un artículo llamado Understanding Oil (algo así como "Entendiendo el petróleo"), que dio lugar a una mayúscula controversia y a groseras malinterpretaciones, por su fuerte contenido en contra de los intereses globales norteamericanos, intuyendo la que se venía sobre Irak. Lo acusaron de justificar los atentados, obvio.

El compromiso político de Tankian no comienza con esos sucesos. Su ascendencia armenia ha jugado un papel muy importante en su vida política, siendo un ferviente impulsor del reconocimiento y la concientización acerca del genocidio armenio, que fuera perpetrado por los turcos durante la Primera Guerra Mundial (sus propios abuelos son sobrevivientes).
Junto con Tom Morello, guitarrista de Audioslave y Rage Against the Machine, fundó Axis of Justice, una organización que no entiendo bien que hace pero la idea es generar conciencia sobre temas jodidos, como el racismo, los derechos humanos, la justicia económica.

De la misma forma, System of a Down también tiene una clara impronta política. Ya sé, no parece lo más consecuente que una banda que suele ser promocionada en MTV pretenda dárselas de anti-sistema... a menos que su propuesta vaya en otros sentidos a lo que nos podría sugerir el ser "anti-sistema" a primera vista. Me provocó una sonrisa escucharlos vociferar "Revolution, the only solution", en la canción P.L.U.C.K. (Politically Lying, Unholy, Cowardly Killers), pero al revisar su letra uno se da cuenta que hablan del genocidio armenio y no de la dictadura del proletariado. Por otro lado, habría que ver a qué se refieren con Revolución.

Porque bien podríamos pensar que no es nada despreciable la intención de generar conciencia sobre temas micro políticos, y también de los otros. Cuestionar tan frontalmente la política del gobierno usamericano no tiene nada de pequeñez, viniendo desde adentro. No es menor el reclamo por los derechos civiles que la Patriot Act ha violentado.
Recuerdo ahora la canción Boom!, creada en las vísperas de la invasión a Irak. La imagen final del video, dirigido por Michael Moore, siempre me llena de tristeza. Un niño, probablemente árabe, andando en bicicleta con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

***

Bien puede a uno darle igual todos estos asuntos. Aún así, vale la pena pegarle una escuchada a este tipo. De hecho, lo primero que me pegó de la banda fue el estilo musical y la privilegiada voz de Tankian.
No sabría cómo describirla, así que no lo voy a intentar. Dejo aquí algunos ejemplos para que degusten.






Roulette


Afortunadamente, la influencia armenia en Tankian no sólo aparece como una denuncia, sino también en forma artística. System of a Down echa mano de mucha cosa folklórica armenia (instrumentos, ritmos, etc.), aunque sin salir de las formas del rock.

En un primer experimento por fuera de la banda, el Serjio sacó un disco junto a otro músico armenio, Arto Tunçboyacıyan (vaya uno a saber cómo demonios se pronuncia), llamado Serart. Este tipo ya había colaborado con SOAD, en una pista oculta al final del disco Toxicity: una pieza litúrgica llamada Der Voghormya (Dios ten piedad), pieza fascinante, por demás.

Como decía, Serart tiene toda la pinta de ser una obra fuertemente experimental; mis conocimientos de música tradicional armenia son nulos, pero este disco parece tener en ella su fuente primigenia.

A quien le interese (de más está decir que vale la pena su escucha), lo dejo acá abajo.

viernes, 14 de setiembre de 2007

Terror al Terror

El Terror no es sino la justicia rápida, severa, inflexible.

Maximilien de Robespierre


La Revolución Francesa es uno de los episodios más apasionantes de la historia. Pocas veces dicho adjetivo adquirió un sentido tan literal: durante esa década que cerró el siglo XVIII, se desataron en Francia fuerzas, impulsos y pasiones incontrolables, que marcan el devenir de nuestro mundo hasta el día de hoy.
Allí encontramos la muerte de un régimen por largo tiempo agonizante, caduco, completamente socavado; allí encontramos la formulación política casi acabada de los principios fundamentales a los cuales aún hoy estamos sometidos y de los cuales aún hoy recogemos sus frutos; y allí vemos, asombrados, en ciernes y aparentemente adelantándose a su tiempo, las tendencias revolucionarias más extremas y radicales.

La Revolución comenzó como un levantamiento de la aristocracia, que se rehusaba a pagar unos nuevos impuestos que parecían ser la única salida a la bancarrota de la corona. Luis XVI se ve obligado a convocar a los Estados Generales, una asamblea donde estaban representados los tres órdenes del reino: clero, nobleza y tercer estado, con la intención de que aprueben los impuestos. Pero en contrapartida, el tercer estado, dominado por la burguesía, comienza a realizar una serie de reivindicaciones que apuntan a terminar con el absolutismo y a establecer una monarquía parlamentaria. Derechos ciudadanos, qué otra cosa.
La intransigencia del rey provoca la radicalización de los burgueses y la de aquellos sectores afines a sus intereses: la nobleza de toga, en su mayoría burgueses ennoblecidos, y el bajo clero, de extracción popular.
La irrupción de las masas parisinas, que asaltan la Bastilla en busca de armas, es el golpe de gracia al absolutismo y un punto de inflexión decisivo. Al poco tiempo, los campesinos también se rebelan contra los señores.
Los Estados Generales, convertidos ahora en Asamblea Nacional, abolen los derechos señoriales. Es el fin del feudalismo en Francia. Redactan la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
En 1791, está lista la Constitución. Una Constitución burguesa que consagra una monarquía limitada.
Pero en agosto de 1792, y frente la amenaza de una invasión austríaca y prusiana para restaurar el absolutismo y el descontento general hacia el rey que se había encargado de sabotear los proyectos de la Asamblea Legislativa, el pueblo asalta el palacio real, depone al monarca y se convocan a elecciones. El resultado es un nuevo cuerpo de gobierno, la Convención, y el final de la monarquía. Francia es ahora una República.

La guerra con las potencias absolutistas no se hace esperar. El peligro de una infección revolucionaria europea es demasiado real como para quedarse de brazos cruzados.

En enero de 1793, tras ser juzgado por conspirador, es ejecutado Luis XVI.

Entre tanto, la guerra contra Austria y Prusia va de mal en peor. Los girondinos, el grupo revolucionario moderado y predominante dentro de la Convención, es visto como el responsable del desastroso rumbo de la guerra. Francia misma parece estar al borde de la desintegración.

El poder girondino se tambalea. Sus opositores radicales, la izquierda de la Convención, ve llegada su hora. Es el momento para que los jacobinos tomen el poder.

¿Quiénes son estos jacobinos? Pertenecientes a la pequeña burguesía, defienden ideas liberales radicales que los acercan a las masas populares. Basándose en las ideas de Rousseau, probablemente el filósofo ilustrado más radical y demócrata, proponen el sufragio masculino universal, el control de precios, y una concepción del poder que poco tiene que ver con las moderaciones de sus predecesores.
Las ideas comunitaristas de los jacobinos, y sus concepciones populares, sellan la alianza con las masas de sans-culottes: asalariados, artesanos, trabajadores independientes y pequeños comerciantes, parte considerable de la población urbana.

Los jacobinos, liderados por Maximilien de Robespierre, se ven enfrentados a una situación límite. O salvan a Francia y la Revolución, o Francia desaparece. ¿Cómo hacer para salvar la Revolución?

Por primera vez en la historia moderna vemos desplegarse una estrategia de Guerra Total. Todos los recursos del país para la guerra: alimentos, vestimenta, armas, personas. Se impone la leva en masa. El ejército popular francés, un ejército de desharrapados, comienza a dar vuelta el curso de la guerra, una guerra que ha unido a toda Europa contra la Revolución.
Y dentro de Francia, se desata el Terror.

La República o la Convención Jacobina se conoce también como el Terror. Los enemigos de la Revolución, y aquellos sobre los que pese alguna sospecha, son ejecutados tras juicios sumarísimos. Los jacobinos se libran así de los contrarrevolucionarios al tiempo que sofocan las disidencias conservadoras y radicales. La guillotina sube y baja sin descanso.
Los bienes de los condenados son confiscados. Los recursos del Estado aumentan, pero los abusos y la corrupción están también a la orden del día.

Los jacobinos redactan una nueva Constitución, democrática y republicana, que consagra el sufragio universal masculino. Llevan a la práctica el control de precios, que alivia la carestía que sufren las clases populares. Sin embargo, sus políticas se detienen ante la propiedad privada, reprimiendo las tendencias que promueven su abolición.

La guerra sigue su curso. La victoria está ahí. Pero el mantenimiento de la guerra exige medidas cada vez más drásticas; y al interior del gobierno las tendencias diversas se hacen manifiestas.
Robespierre, un idealista inflexible, frío y austero, que no en vano se había ganado el apodo de Incorruptible, trata de poner coto a una situación que se le escapa cada vez más de las manos.
A su turno, son descabezados (metafórica y literalmente) los radicales populares que anteayer eran aliados, y los jacobinos moderados que ayer eran amigos. Sus cabezas ruedan en la pila donde hace rato descansan las testas girondinas.

¿Quién será el próximo? Nadie lo sabe, cualquiera puede caer bajo las sospechas de Robespierre. Y ser sospechoso equivale a una sentencia de muerte.
La guerra termina, al fin. Francia ha ganado. Pero irónicamente, esta victoria arrastra consigo a lo que queda del depurado poder jacobino. Ya no hay razón para soportar sus excesos. Hastiada la Convención de la dictadura de Robespierre, se rebela contra él. Las masas que otrora lo habían sostenido, se han quedado sin sus líderes, víctimas del Terror. No hay reacción popular que salve a Robespierre; él mismo cavó la tierra sobre la que se apoyaban sus pies.

Es la reacción del Termidor. El Incorruptible y sus pocos camaradas son guillotinados. La Constitución democrática del 93 nunca entrará en vigencia: los moderados vuelven al poder.

***

El Terror se recuerda como una época sanguinaria, irracional, oscura. Los jacobinos son recordados como unos fanáticos peligrosamente radicales, y como tales, también irracionales, locos.
Ya en las épocas inmediatamente posteriores a estos sucesos serán (des)calificados como jacobinos los revolucionarios americanos de tendencias más populares y democráticas. Sin ir más lejos, los patricios tacharán a Artigas de jacobino, y jacobinas serán sus ideas federalistas y democráticas.

Y desde aquel entonces, en el relato y el imaginario colectivo construido por los poderosos, por los conservadores, jacobinos serán los que cuestionen radicalmente el status quo, o quienes muestren algún atisbo de acción inmediata y extrema, o quienes sencillamente propongan una solución a problemas políticos por fuera de lo normal, es decir, por fuera de los mecanismos que el propio poder ha establecido.

Jacobino, para los conservadores, es una mala palabra. Es una descalificación. El Terror aún sigue surtiendo sus efectos. Hay quienes aún, a más de dos siglos de distancia de aquellos sucesos, siguen aterrorizados por la amenaza de la irrupción violenta de las masas de desharrapados.

jueves, 6 de setiembre de 2007

Apuntes: Enemy at the gates

Enemigo al acecho, o Enemigo a las puertas, en español, es el nombre de la película protagonizada por Jude Law, Joseph Fiennes, Rachel Weisz y Ed Harris, acerca de la batalla de Stalingrado en la 2ª Guerra Mundial y en particular sobre la historia de Vasily Zaitsev, francotirador del Ejército Rojo y héroe de guerra en la lucha contra los alemanes.

Básicamente, la trama se desarrolla al compás del enfrentamiento entre Zaitsev (Jude Law), quien realmente existió, y por lo visto era un tirador excepcional, que diezmaba las tropas alemanas junto a varios tiradores más, sirviendo de exaltada inspiración para los desesperanzados soldados soviéticos, y el mayor Erwin König (Ed Harris), otro francotirador salado, alemán, y enviado a acabar con Zaitsev y lo que su accionar significaba para la moral de las tropas nazis.
Atravesando esta línea de la trama, está la relación entre Zaitsev, Tanya (Rachel Weisz), una soldado, y Danilov (Joseph Fiennes), comisario soviético, encargado de propaganda, y superior inmediato de Zaitsev. Éste y Tanya entablan una relación amorosa, al tiempo que Danilov, quien también desea a la muchacha, intenta acercarse a ella, en una constante tensión que lo mantiene siempre al borde de la traición a Zaitsev.

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Al principio de la película, y luego del impactante cruce del Volga por parte de las tropas soviéticas, los rojos entablan batalla con los nazis. Pero la mitad de los soldados soviéticos no tienen armas; los que arremeten contra las ametralladoras alemanas con las manos desnudas deben esperar a que un compañero armado caiga para tomar su fusil. Obviamente, el ataque desesperado es repelido con brutalidad por los alemanes. Y por si fuera poco, los rojos que pretenden regresar a sus propias trincheras son acribillados, en forma deliberada, por el fuego soviético.
Siempre me pareció una metáfora terrible sobre la gente común, valiente y sacrificada atrapada entre dos fuegos que terminan siendo el mismo, el de los poderosos de turno que los mandan al muere por sus propios intereses.

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Me eriza la piel la carta que le deja la señora Filipov a su hijo Sacha, carta que el niño jamás leerá. "Cuídate, Sacha mío".

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Danilov, sobre el final de la película, sintetiza en unas pocas y sencillas líneas la crítica que Freud le realiza al comunismo. Danilov, ya completamente destrozado, le dice a Zaitsev que siempre habrá motivo para la desigualdad entre las personas, que siempre habrá algo que uno tenga y otro desee poseer también. Aunque no hubiera desiguladades materiales, siempre habrá envidia. Danilov lo vive en carne propia, consumido por esa envidia y enfrentado a esa terrible realidad: Tanya ama a Zaitsev, y ese amor es algo que el comisario nunca poseerá.

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Esta película me recuerda, como muchos otros episodios de la 2ª Guerra Mundial, la deuda impagable que la humanidad tiene con el pueblo soviético. Fue la sangre soviética la que salvó al mundo del nazismo.